2005-04-23

> Apirileko artikulua: MATRIMONIO

  • Eduardo Haro Tecglen
  • El País, 2005-04-23, 69 or.

Aunque mi deseo es la desaparición del matrimonio, y con efecto retroactivo, tengo que aceptar como justa su ampliación a los homosexuales, aprobada en el Congreso salvo los eternos enemigos de toda izquierda. La desaparición del matrimonio no se refiere a una opción contra la pareja, de la que soy partidario en general, sino a la necesidad de que el acuerdo entre dos personas para mezclar sus vidas, sus fortunas, tener o no tener hijos, tenga que hacerse mediante la intervención del Estado. Se consiguió que no interviniese la Iglesia excepto para quien lo desee; no hay razón para que el amor -en el cual, con perdón, creo seriamente- se codifique, se eternice y que, cuando se disuelva, tengan que ser los representantes del Estado los que acepten su divorcio, por acuerdos distintos de los que desearían los que se separan.

Tengo una idea de un Estado con menos fuerza de Estado, con menos capacidad de intervención en las vidas y en los trabajos, que tendrá que estar impulsado por asociaciones libres, y acordes entre sí. Una utopía; incluso antigua, que aparece en escritos del Dieciocho y del Diecinueve. Una utopía es algo posible o incluso palpable. Desde su nombre (u-topos, ningún lugar) hasta sus críticos poderosos hacen de la palabra sinónimo de imposible: y no es eso. Muchas de las utopías de aquellos siglos, y hasta de éste, se han convertido en realidades. Parte del amor libre está instaurado ya. El amor homosexual consagrado con esta ley que ha de pasar aún por el Senado es un paso enorme que pocos países han dado. Para nosotros la semántica de las utopías como sinónimo de imposible son muy recientes: en la larga vida de Franco nada era posible y la homosexualidad estaba castigada con la ley inicua "Vagos y maleantes", que inventó el "bienio negro" (los prefascistas en el Gobierno) de la República. Tendré que creer en la utopía cuando se consigue que otra trascendental se produzca legalmente, como esta del matrimonio homosexual. La derecha no la acepta, porque no quiere la Iglesia (es tonto hablar de derecha y de Iglesia como cosas distintas, cuando son una sola; y peligrosa), pero es porque se estancó cuando era necesaria una demografía fuerte: siervos de la gleba, soldados abundantes, buenas paridoras. Ahora lo que no es necesaria es la Iglesia.